desde un rincón...

...donde a veces las respuestas eran sólo nuevas dudas

"Y allí te espero, en el momento en que la pluma conoce al papel,
en el instante en que mis frases me desnudan..."
(Quique González)

viernes, noviembre 09, 2007

Rock & roll en el pecho

Sigue siendo el mismo músico de guardia de siempre.

Aunque al bajar el telón lleve un atuendo propio del Dylan más bohemio escondido bajo un sombrero casi robado a Sabina. Quizá cambie la banda varias veces más, siga buscando otros sonidos hasta reinventarse de nuevo o aprenda a tocar nuevos instrumentos más allá de guitarra, armónica y piano, pero en el fondo siempre será él. El tipo que escribe canciones maravillosas por el sencillo y complejo motivo de que eso es exactamente lo que más le gusta hacer y porque (encima) sabe hacerlo magníficamente. Da gusto ver a alguien así sobre el escenario, escuchar como toca Conserjes para abrir en un homenaje implícito a esa enorme banda que ya no tiene pero de la que siempre será parte. Comprobar como suena tan distinta pero en el fondo igual de reconocible, entregada, honesta y reluciente que siempre aunque no lleve esa armónica tan característica y sus pulsaciones se hayan acelerado tanto. Da igual que la gira se base casi totalmente en el último disco y que se echen en falta tantos clásicos de su repertorio, porque en cada concierto sé que me sucederá lo mismo: es imposible que salga completamente satisfecho con el “setlist”. Desde esa primera vez que le vi en directo ya me queda esa idea rondando en la cabeza y creo que no cambiará en bastante tiempo. Sé que siempre echaré de menos alguna canción, o un puñado de ellas más bien. Y también sé de sobra que no lograré hacer una crónica objetiva sobre sus conciertos, me gusten más o menos, porque creo que siempre encontraré algo en ellos por lo que ya valdría la pena contarlo…



Porque sólo por verlo al piano cantando Doble fila con su inicio estremecedor ya suscribiría esas palabras que canta: ando estos días vagabundeando de tu mano fría hasta el final del mundo. Y hasta donde quiera llevarnos con sus canciones, ya sea por caminos raros versionando a Diego Vasallo maravillosamente, haciendo la canción tan suya como todas las imágenes y frases que la componen, o por las Avenidas de tu corazón que rescató del olvido tras años sin tocarla. O por algo tan insignificante como verlo refugiarse detrás de un acorde a la guitarra al no saber qué decir en mitad de una especie de monólogo acerca de los orígenes ficticios de su nueva banda en un barrio común imaginado. Y agachar un poco la cabeza presa de su timidez, decir un par de frases sin convicción para coger impulso en el primer acorde de Conserjes en un gesto que lo define con precisión casi milimétrica. Porque a Quique lo que de verdad le apasiona es la música, escribir canciones y cantarlas. Y cuando se tiene el talento que él tiene para escribir canciones, hacerlo con honestidad y con verdadera pasión es la única y auténtica explicación para su grandeza. No sé si algún día Quique tendrá el reconocimiento que muchos le otorgamos y creemos que merece, pero en momentos así, parece que eso ni tan siquiera le importe. A él le basta con escribir lo que siente, y así no resulta extraño que las cante tan bien, tan maravillosa y extraordinariamente bien como hizo Días que se escapan de las manos o Polvo en el aire, en las que introdujo pequeñas variaciones en la letra que les dotan de un sentido aún mayor, de una sensación de auténtica redención de sus “averías” a través de las canciones, no sólo las de su último disco sino de casi cualquiera que cante de su repertorio.

Porque da igual que suene la espectacular Nos invaden los rusos con apenas mes escaso de vida y ponga las gradas boca abajo con su final apoteósico, la ya consagrada y luminosa Miss camiseta mojada que siempre me hechiza al escucharla y arranca las palmas casi por sí solas o la siempre emotiva Fito con sus 9 años como guiño a los fieles que conocemos todos sus discos. Prácticamente ninguna desentona en un repertorio que podría cambiar casi a su antojo y sería igualmente satisfactorio e incompleto. Porque versiona joyas delicadas y ocultas de su discografía como Se equivocaban contigo, que suena igualmente fantástica añadiéndole la parte instrumental con el solo de guitarra de Pedreira y no obstante te deja con la sensación de que en medio de esa marea de instrumentos que mezcla bajo, guitarra, batería y teclado lo único que él necesitaría para emocionarnos sería su voz. Porque a ratos canta las canciones, las siente y las vive casi hasta el colapso, y parece que todo lo demás sea accesorio o prescindible. Ahora más que nunca, Quique lleva dentro el rock & roll en el pecho, y también en la garganta. Creo que ahora mismo canta mejor que nunca, interpreta las canciones de forma brillante, las mejora en directo respecto a los discos con nuevos matices en su voz que se superponen a los sentimientos que siempre lleva adheridos a sus letras. Y tras dos horas de concierto, aún es capaz de sentarse al piano y arrancar el suspiro colectivo con la estremecedora Aunque tú no lo sepas y el recuerdo del inolvidable Enrique Urquijo sobrevolando el escenario que tantas veces estremeciera con esa canción que escribió para que él la hiciera suya.

Ese mismo que de seguir aún vivo, lo observaría seguro que en alguno de sus conciertos entre el público, orgulloso de no haberse equivocado al ver en aquel muchacho que tocaba en el mismo local antes que él al artista en que podía llegar a convertirse un día.

Al músico que aún sigue refugiándose en la música para redimirse, porque es sencillamente aquello que mejor sabe hacer: escribir canciones.

Y cantarlas, claro. También, cantarlas cada día mejor.

Crónica del 24 de octubre


“Algo tendrían que contar las estaciones,
algo dirán las terminales de aeropuerto
los bares donde nacieron
cinco de nuestras canciones,
las noches en que tu chica te decía ‘nunca más’.

Quedó algo de nosotros en esos lugares
en el lavabo de señoras y en el puerto,
en la butaca del cine, en una boca de metro
y en todas esas esquinas que solíamos doblar…

Es una historia que se escribe en los portales,
la breve intensidad de las primeras luces
y los conserjes de noche
cuidan de los hostales
y todas las camareras que quisieron escuchar.

Tú siempre estabas dispuesta,
es domingo por la tarde
la suerte es una ramera de primera calidad
y los conserjes de noche
cuidan de los hostales
y todas las camareras que quisieron escuchar.

Es una historia que se escribe en las postales
con la necesidad de madrugar los lunes.
Tú siempre estabas dispuesta,
es domingo por la tarde
la suerte es una ramera de primera calidad

Y los conserjes de noche
cuidan de los hostales
y todas las camareras que quisieron escuchar.
Tú siempre estabas dispuesta
Tú siempre estabas dispuesta
La suerte es una ramera de primera calidad
Y los conserjes de noche...”

(Y los conserjes de noche.- Quique González)

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