equilibrios imposibles
*A la niña pequeña del bus
Ella iba encogiendo el brazo con el vértigo subiéndole el estómago. Tenía los ojos alegres, entremezclando sorpresa y un punto de ansiedad mientras soltaba los dedos de la barra. Había plantado los pies con decisión y dejado de caminar para permanecer allí tan firme como el palo en el que se sostenía hasta entonces. Poco importaba que el suelo se moviera bajo sus pies con cada curva que tomaba. Conforme iba separando su mano del apoyo se sentía mucho más libre, aunque casi a cada centímetro de más iba incrementando el riesgo. Se ensanchaba su sonrisa al comprobar que los pequeños tambaleos no eran capaces de moverla. Supongo que su felicidad era proporcional a la distancia con la que iba alejándose de la barra que aprisionaba su destino en medio de aquel lugar.
Sólo fue un par de momentos después, cuando todo se detuvo y ella volvió a agarrarse, que acabó su pequeño gran espéctaculo. Y lo hizo con más luz de la que crean los fuegos artificiales. La niña que desafiaba al movimiento desde el círculo metálico en mitad del autobús flexible sonrió. Y lo hizo como nadie más podría haberlo hecho en ese instante.
Y la felicidad fue entonces, una mera cuestión de equilibrio...
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