el roce de tu piel...
No sé porque siempre vuelvo a buscarte. A veces me lo pregunto, cuando ya estoy frente a ti y me quedo en blanco como siempre. Exactamente igual que tú, supongo. Debe ser algo innato. Tal vez una tendencia ocasional a conservar comportamientos clásicos. Esa extraña idea de fidelidad romántica que en cierto modo nos debemos. Esa vuelta de tuerca a todo lo que una vez hayamos querido lanzar por la ventana y que, sin embargo, un día descubrimos otra vez frente a nsootros. Cara a cara. Como extraños que ni siquiera saben por dónde retomar esas conversaciones que nunca acabaron de empezar. Y es curiosa esa obsesión por volver a encontrarnos por sorpresa entre tantas otras posibilidades. La comunicación discurre por múltiples caminos que sólo nos aturden: teléfonos, e-mails, mensajes... y quizá todo eso sea más cómodo, pero tarde o temprano, yo siempre vuelvo a buscarte. Y entonces recuerdo cómo echo de menos el tacto de tu piel, en ese momento exacto que sucede al encuentro de las primeras palabras que sempre desafía tu inmaculado silencio.
Y por eso siempre vuelvo frente a los folios en blanco. Porque escribir sobre ellos no es comparable al tacto del teclado, ni mucho menos. Porque las sensaciones son incomparables y es, a pesar de toda esta era de comunicación tecnológica global, mucho más hermoso así...
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