perdido y encontrado
Hoy bajé del autobus con la mirada perdida. Igual q estuve el camino entero q separa la facultad de mi parada, mirando a través de la ventana a cualquier parte. Con las gafas quitadas, porque a fin de cuentas no necesitas enfocar para ver más allá de donde alcanza la vista... Miraba a miles de kilómetros, dónde estos días está ella. Tan lejos q es absurdo pensar q se acuerde an algún momento de q yo estoy aquí, pensando en ella. De q me voy el viernes y entonces estaré una durante una semana aún más lejos de ella q esta noche. Y q sigo mirando, buscándola aun sabiendo q no está. Bajé del autobus casi sin darme cuenta de dónde estaba, una parada antes de lo habitual. Vista al frente, sin mirar a nadie o a nada en concreto.
Y de repente, levanté la vista y distinguí la silueta de la luna en un cielo poco estrellado. Me puse las gafas para verla algo mejor (ahora había más estrellas q antes) y lo cierto es q estaba preciosa esta noche. Pensé en la luna q estaría alumbrándola a ella, y en ese instante me di cuenta de q era quizá lo único q compartíamos esta noche a miles de kilómetros. El cielo, las estrellas, la luna. Estaba preciosa en ese instante, y comprendí q daba igual q la viera desde nuestra ciudad o cualquier otra q pudiera ser más hermosa, incluso desde ciudades lejanas tan impresionantes como Roma o como París...
La verdadera belleza de la luna estaba en q sus ojos podían mirarla a la vez q los míos.
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