La miraba preguntándome qué diablos tenía esa chica para que mi vista no se apartara de ella. En todo el hipermercado podría haber cientos de personas, pero en aquel instante era como si el resto fueran absolutamente transparentes.
Tal vez tres o cuatro años menos y un vestido rojo de verano sobre la piel morena. El pelo castaño recogido en una cola que no llegaba apenas a rozarle la espalda. La marca blanca de un tirante que se anudaba al cuello "estropeándole" el bronceado. Y mientras, ella simplemente caminaba entre las estanterías y, a veces, bailaba al ritmo de canciones que sonaban tan sólo en su cabeza...
Y al pasar por caja, pensé que hay pequeñas sensaciones que nunca tendrán precio.